domingo, 13 de setembro de 2009

** La vía del olvido

No es nada fácil subirse a un destartalado y sucio tren sabiendo que vas a emprender un viaje a un lugar desconocido. Para subirse a este tren hay que estar un poco desesperado. No estoy acostumbrado a viajar solo, no me gusta. En esta ocasión tiene que ser así. Todos los demás pasajeros también viajan solos. La vía del olvido tiene muchos túneles, muchas curvas.

Estamos atravesando un paraje desértico. Uno tras otro van pasando ante mis ojos paisajes de tierra árida y naturaleza muerta. Nadie habla con nadie. Viajamos en silencio. Cierro los ojos, no soy capaz de dormir pero intento evadirme un poco. Paso varias horas así, en un estado de duermevela, bastante angustiado, muy triste, hasta que un sobresalto me devuelve a la realidad.

El tren ha llegado a su destino, una antigua estación abandonada en medio de la nada. Me sorprende el paisaje, bosque frondoso, abundante vegetación, humedad, calor, mucho calor. Parece que estuviera en el Amazonas. No lo entiendo, miro el reloj. Incrédulo, vuelvo a mirar el reloj y me concentro en la aguja de los segundos. Sí, el reloj funciona, pero cómo es posible que en poco más de 5 horas aquel paisaje desértico haya dado paso a esta exuberante vegetación. No lo entiendo, no entiendo nada. No sé porqué se me ocurrió venir aquí, no sé por qué me fío de lo que me pone el horóscopo de El Correo Gallego. Creo que voy a perder el tiempo.

...Ampliar/recoller resto do artigo [ +/- ] TRANQUILOS: ¡Non se abre nova ventana!



    Los demás pasajeros van saliendo de la estación. Los veo alejarse en varias direcciones, apresurados, como si ellos tuviesen claro a dónde dirigirse, qué ruta tomar. Yo no lo tengo claro. Entro de nuevo en la Estación y miro el horario de los trenes. Hasta mañana no sale ninguno. No me va a quedar más remedio que pasar la noche en este lugar. Resignado ante lo evidente decido dar una vuelta y salgo de la vieja estación. Tomo un sendero que se adentra en el bosque. La vegetación es frondosa, el bosque oscuro. Camino un rato, me doy la vuelta y compruebo asustado que, detrás de mí, el sendero ha desaparecido. El corazón me palpita, tengo miedo. Ante mí el bosque se abre en varios caminos y me invita a perderme en él. Cada vez hay menos luz, menos ruido, ya no oigo los pájaros. Aterrorizado compruebo que estoy en un laberinto. Ni desierto de Almería, ni selva amazónica, debo de estar en Grecia. Estoy en un laberinto y la idea de que pueda aparezca el minotauro me aterra. Se puede liar una buena si el minotauro me toma por un ateniense. No sé como voy a explicarle lo mío, que soy de Santiago, que necesitaba olvidar a una chica y que por eso cogí el tren del olvido. Noto como el sudor se desliza por mi frente. Muerto de miedo sigo caminando hasta llegar a un claro.

    No salgo de mi asombro cuando me veo rodeado de pantallas gigantes de televisión. De repente se encienden y en todas aparece el mismo programa, Sálvame. El sonido ensordecedor me obliga a llevarme las manos a los oídos y a salir de allí corriendo. Corro un buen rato hasta regar a un riachuelo. Con los sobresaltos y la carrera me estoy muriendo de sed. Sin prensarlo me arrodillo en la orilla y bebo a puñados. Después me refresco la cara, los brazos, el pecho y cierro los ojos. Cuando los abro, reflejado en el agua, veo el rostro de hombre.

    -¡Hostia, el minotauro!
    -Hola, soy Quirón.
    Es Quirón… es Quirón… Su voz me tranquiliza un poco, su tono es conciliador, amable. Quién carajo será Quirón, me suena pero no caigo…
    -No temas, soy Quirón, el centauro sabio.
    Estoy salvado, ¡es Quirón, el centauro sabio!
    Me vuelvo y lo abrazo. Él también me abraza, parece como si ya me conociese, como si ya me estuviese esperando. Claro, los sabios se llaman sabios porque lo saben todo o casi todo. Deben ser los únicos que pueden decir que saben más de lo que ignoran.
    -¿Estoy en Grecia?- le pregunto.
    -Puede ser Alvariño.

    Quirón responde a la gallega, la madre que lo parió, sí que es listo. Con todo es un tipo agradable, un tanto peculiar, una rara avis. Me dice que tiene un bar y me invita. Yo le sigo la corriente. He llegado a Grecia después de atravesar el Amazonas y el desierto de Almería, no tengo ganas de ponerme a pensar. El bar de Quirón tiene un aire de pub irlandés. Ya no me extraña nada. Tiene puesta música de Robbie Williams, menos mal. Solo faltaban los Chunguitos.

    -¿Qué te pongo Alvariño?
    -Una coca-cola bien fría.

    Quirón se sirve un cubata de ron, y luego otro y otro más. Quizás desinhibido por el alcohol, empieza a hablarme de su vida, de familia, de sus problemas, de su soledad, de lo difícil que es encontrar una centaurina buena. Quirón empieza a ponerse tierno conmigo, como si tuviera ganas de rollo. Lo que me faltaba, vengo a este lugar huyendo de una relación dolorosa y me encuentro con un centauro con ganas de marcha. Me muero, qué haría yo para merecer esto. Definitivamente, me han echado mal de ojo. No encuentro otra explicación.

    Como puedo, es decir, acojonado, le explico a Quirón que no me van los centauros. Quirón insiste y me dice qué cómo lo sé si aún no lo he probado.
    -Qué no Quirón, que no, que me conozco, no insistas más.
    Quirón se resigna y avergonzado me pide disculpas.
    -Tranquilo Quirón, un mal día lo tiene cualquiera.-le digo.

    Quirón me confiesa que se ha apuntado al Meetic pero que no ha tenido mucho éxito.
    -¿Llevas mucho tiempo?
    - Un par de meses.
    - Es muy poco, hay que darle tiempo al tiempo
    -¿Tu crees?
    -Claro, Internet está lleno de soledad, ya verás como encuentras a alguien. Anda, tómate otro cubata y ponme otro a mí.- Le digo mientras respiro aliviado.

    Quirón y yo brindamos como viejos amigos. Inexplicablemente me empiezo a sentir bien allí, pero que muy bien. Hablamos y hablamos de mil cosas, de lo mío, de lo suyo, de lo poco que da el bar, de lo mal que va el ladrillo, de si la Campanario será cornuda, de si Jesulín era buen torero,... Me pasaría hablando con él horas y horas. Se nota que Quirón es un tipo culto, es un gran conversador. El tiempo pasa muy rápido cuando uno se siente bien.

    -Ostras, son las 6 y media y mi tren sale a las 7. Tengo que marcharme Quirón.
    -Tranquilo, estamos al lado. Tienes tiempo de sobra.
    Quirón, como queriendo confirmarme lo que me acababa de decir, apartó una pesada cortina que cubría una ventana y en frente apareció una estación bonita, moderna. Yo ya no me extrañaba de nada. Es más, empezaba a gustarme aquel lugar donde nada era previsible. Tranquilamente, caminamos hasta la estación. Nadie se sorprendía con nuestra presencia. Debe ser cosa de la globalización, pensé. La mentalidad de la gente se ha hecho mucho más abierta, más tolerante. Un cambio para bien En el andén intercambiamos nuestros teléfonos y nos despedimos con un abrazo.

    Durante el viaje de regreso, recordé la soledad del desierto y el miedo del laberinto. Pensando reconocí aquellas sensaciones. Ya antes me había sentido solo, ya antes me había sentido atrapado, ya antes había sentido miedo. Al final, en vez de una bestia terrible, encontré un amigo. Sin que yo hiciese gran cosa, solo con dejarme llevar. Pudo ser la suerte, pudo. De vez en cuando conviene recorrer la vía del olvido. A mí, la experiencia me resultó gratificante. Aprendí a confiar, a mirar el futuro con optimismo. Es que viajar sienta bien y hacer amigos, sienta mejor.




UN RELATO ESCRITO POR: Alvariño
Colaborador habitual de A Lareira Máxica

9 comentarios feitos. Deixa o teu!!!!! :

Mariano Zurdo dixo...

A veces se hacen cosas sin saber muy bien por qué. Es difícil que esas decisiones traigan cosas buenas, pero forman parte del juego, supongo.
Un relato ciertamente evocador.

Un abrazo zurdo

Julio Torres dixo...

Gracias "Alvariño". Excelente relato éste da vía do olvido que ademais encerra un alegato á amizade que, como sabes, me encanta.

sonia dixo...

Me encantan tus relatos Alvariño, a veces uno incluso se llega a identificar con ellos.

Antonio dixo...

Los trenes y sus vías nos llevan a viajes solitarios del alma.

Antonio

Julio Torres dixo...

Casualmente, buscando un artigo no blog, atópome con este relato publicado en septiembre de 2009. Encántanme os trens, sobre todo en viaxes non longas e se son cómodos, pois o tren ofrece moitas posibilidades cando se viaxa nel para ler, falar, etc.

Logo de ler o relato, aínda me gusta máis que cando o lin por primeira vez e é que, como o bo viño, os relatos bos gañan co tempo.

O tren, a estación, a xente. Moitas variables intrapersonales e interpersonales aderezadas co toque personal de Alvariño. Unha gozada, para variar, de relato. Noraboa por transmitir tanto.

O Moucho dixo...

Que guay. Non coñecía este relato pois non sempre podo leer todo o publicado en A lareira. Ten tanto simbolismo, que me fixo pensar mais en ti Alvariño. Interesantisimo. Cada día voute coñecendo mais a medida que vas escribindo. Comprendote moi ben. Entendo o relato á perfección. Gracias Julio por volver aflorar este relato co teu comentario. Bravo Alvariño por o que expresaste que de seguro debeu ser unha valvula de escape dos teus pensamentos. Tan necesario a veces...

Alvariño dixo...

Gracias Julio e Moucho polos vosos comentarios. A min tamén me gusta especialmente este relato. Ten un estilo delirante e realista ó mesmo tempo, coma a vida mesma.

Mary C.V. dixo...

Teño que confesarche algo Alvariño, comecei a ler o relato e non me tiña moito aquel, pero, a medida que me fun mergullando nel foiséme facendo máis ameno, máis cercano, máis afable e máis entrañable. Como dín tanto Julio coma Moucho, moi bo relato. Gustoume moito, e ó lelo por segunda vez, ainda máis. Moi bo!! Saúdos!

Alvariño dixo...

¡Grazas Mary C.V.! De temática "ferroviaria" tamén publiquei neste blog un relato titulado "¿Delirium Tremens? Non, cogumelos velenosos". Se che apetece, bótalle un ollada. Trata dun tren que che ha de resultar familiar, duns pasaxeiros un tanto especiales,...
¡Saúdos!